jueves, 12 de marzo de 2009

UN AÑO SE CUMPLE DE SU PARTIDA Y SU LEGADO FUE HABER SIDO UN EXCELENTE SER HUMANO

La doctora Claudia Patricia, con su esposo Luis Antonio y su hijo Diego Andrés




Como podríamos nosotros los seres humanos definir la muerte, cuando ni siquiera comprendemos la trascendencia de la misma, entendiéndose como un hecho incontrovertible en la condición de todo ser vivo, acto que se constituye como esencia misma de la existencia. Es un tema para nosotros los occidentales que nos causa todo tipo de temores y miedos, porque el solo hecho de pensar en esa instancia ineluctable, pareciera o quisiéramos mejor que a nosotros no nos tocara y que por el contrario es una circunstancia aislada, que le sucede solamente a los demás.

Platón filósofo griego, discípulo de Sócrates, cuya obra filosófica está constituida por unos treinta diálogos que colocan en el escenario de la dialéctica tanto a discipulos como adversarios, frente a Sócrates, les hace descubrir a través de las contradicciones, ideas que ya conocían ellos mismos y los conduce a reflexionar sobre un estado ideal, en lo que lo bello, lo justo y el bien son en última instancia el valor supremo de la existencia terrenal del alma. Esta concepción filosófica tan maravillosa, me lleva a preguntarme ¿qué es el alma? y la respuesta la encuentro en el Diccionario de la Lengua Española, en su Vigésima Primera Edición, que la define como “la sustancia espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, que informa al cuerpo humano y con él constituye la esencia del hombre”. Significa esto que si el alma tiene un paso terrenal, la muerte es el vehículo para tener una existencia espiritual o material futura? También cabe preguntarme sobre el papel que desempeña el espíritu y éste se define según el mismo diccionario como: “Ser inmaterial dotado de razón”.

Podríamos citar a tantos otros sabios, que nos podrían aproximar a tantas teorías controversiales por supuesto, sobre la existencia del hombre, su paso por este planeta y además, darnos sus opiniones todas ellas respetables sobre el nacimiento, vida y muerte y seguramente sus respuestas nos llevarían a cuestionamientos diversos que no aclararían la pequeña visual de estos trascendentales temas que la civilización humana tiene de los mismos. André Frossard, de la Academia francesa, se pregunta ¿somos poca cosa? Respondiendo así a este interrogante dice:

“El hombre se ha imaginado durante siglos que era el centro y la cumbre de un universo creado para él. Esta concepción “geocéntrica” del mundo confería a la especie humana una importancia excesiva, reducida luego a su dimensión justa por los descubrimientos de Copérnico y Galileo: la Tierra no es más que una gota diminuta en el océano de las estrellas, y el hombre una imperceptible palpitación sobre esa gotita. “Un gusano sobre una corteza de queso”, dijo un poeta. Además es altamente probable que en los inmensos espacios del Cielo haya otros planetas formados antes que el nuestro y, en consecuencia, habitados por seres infinitamente más evolucionados que nosotros”. “No somos más que un casi nada efímero en un espacio inconmensurable”. “Sin embargo, ese casi nada es la única conciencia viva del universo conocido”.

Finalmente el maestro Frossard, afirma: “Siguiendo a Pascal se debería saber que el hombre ocupa una porción intermedia entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Si su dimensión física, vista desde lejos, es insignificante, su dimensión espiritual sobrepasa todos los puntos de observación imaginables”.

Este artículo no pretende ser un tratado filosofal, sobre los temas que han gravitado en la inteligencia de los hombres a través de los tiempos y que sin duda por ser hoy tan desconocidos, no se les encuentra respuesta a tanto interrogante sobre este hecho superior en la vida del hombre como es la muerte. Obedece a unas elucubraciones que no son más que atisbos, sobre un hecho que ha marcado mi propia vida, la de mi esposa e hijos, la de su esposo e hijo, relacionados con la desaparición prematura de mi hija mayor la doctora Claudia Patricia Neira Amaya, acaecido el 17 de Marzo del año inmediatamente anterior, asaltada y secuestrada en forma infame por un monstruo conocido con el nombre de cancer, demasiado tenebroso y que hoy las armas de la ciencia, direccionadas por las principales potencias, no han podido brindarle a la humanidad esperanzas, para salvar a tantas víctimas que se encuentran en las garras de ese devorador, que diariamente lleva a las profundidades a tantos seres maravillosos, que necesitaban estar entre nosotros, para aportarles a sus familias y a la misma sociedad. Son ochenta millones de ciudadános del mundo que parten sin haber encontrado una cura a tan grave enfermedad.

Su vida como un ser excepcional, dada su transparencia, rectitud, compromiso, disciplina, lealtad, trascendió todas las espectativas, porque sus resultados fueron siempre sobresalientes, ya fuese en el colegio, la universidad, el trabajo, en su grupo familiar y en su entorno social. Su inteligencia, su sindérisis y don de gente, la distinguieron, pero su amor por sus padres, hermanos, esposo e hijo, sobrepasaron todo límite esperado, gracias a su infinita generosidad y desprendimiento. Su alma grande la llevaron a convertir en realidad su proyecto de vida, con metas a corto, mediano y largo plazo. Su visión y misión de su propia existencia era un compromiso con ella misma y con los suyos. El motor que la impulsava eran los valores éticos y morales; pero además los principios encabezados por el amor y el respeto, consideraciones que eran determinantes para vivir en armonía y felicidad.

Ha partido ese ser angelical y a partir de ese segundo tan definitivo y demasiado doloroso, para nosotros sus padres, hermanos, esposo e hijo, no ha dejado de existir un solo minuto que no se encuentre en nuestro pensamiento, en nuestro corazón, en nuestra alma, en nuestro lenguaje cotidiano rememorando y trayendo anécdotas de todo su devenir prodigioso y que la sitúa en la definición exacta: “un ser humano excelente”. No hay lugar por donde transite y espacio donde desarrolle mis tareas, en los que ella no se encuentre, muchas veces desprendiénsose mis lágrimas y censurándome el no haber podido hacer algo mucho más efectivo y poderoso para salvarla. Su dolor y sufrimiento llevados con estoicismo que fue su propia fortaleza, fueron puñales que se clavaron en nuestro corazón y que hoy un año después están latentes y nuestros corazones sangrantes, seguramente no desaparecerán jamás de nuestra vida y nos acompañarán hasta el último instante de nuestra morada en la tierra.

Su bebe que tanto adoraba, es también otro de nuestros sufrimientos pero también es nuestra esperanza, ya que se ha convertido en una responsabilidad superior y en el amor infinito como un legado de nuestra adorada hija. El poderle brindar todo nuestro amor, nuestros desvelos, nuestras fuerzas, que en compañía también de su padre, nos hemos comprometido en hacer del niño un ser humano a imagen y semejanza de su madre. Hombre de bien, de principios, de valores, con proyección humanística, con un significado alcance de servicio a la humanidad. Ella en el lugar donde se encuentra que debe ser el más especial de todos, estamos seguros que nos impulsará y contribuirá de manera significativa para que estos sueños se lleven a feliz término como era su inmenso deseo.

Por todo lo que significó nuestra hija y considerando que su ejemplo debe constituir una guía para el país, se ha creado la Fundación Social Renacer y Vida Claudia Patricia Neira Amaya, que cumplirá tareas encaminadas a orientar y asesorar a mujeres con cancer, a brindarles ayuda a sus hijos, a través de la acción social que se adelantará por medio de esta ONG, cuya proyección es convertirla en un centro de educación para todos aquellos sectores vulnerables de nuestra sociedad y en donde se adelanten capacitaciones en determinadas áreas laborales, con espíritu empresarial y hacer de todos los beneficiarios de la Fundación los mejores seres humanos, para bien de sus familias y de la propia nación colombiana.

Cualquier información adicional que nuestros lectores quieran hacer, les invitamos de manera muy especial a visitar la página de la Fundación cuya dirección es: http://renaceryvida.blogspot.com/ y el correo: renaceryvida@gmail.com

Mi hija era muy creyente y antes de morir mis palabras le estuvieron recordando el pasaje del capítulo 14 de San Juan, que dice: “No se angustien ustedes. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi padre hay muchos lugares donde vivir, si no fuera así, yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar. Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar donde yo voy a estar. Ustedes saben el camino donde yo voy. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo”.

“En la casa de mi Padre hay muchas moradas” y estoy seguro que mi amada hija está en el lugar más bello, nunca visto por el hombre, así como lo describe la civilización griega, en los Campos Elíseos, en donde el dolor, el sufrimiento y la muerte no existen, solo permanece la luz de la eternidad, acompañada de la exuberancia de la naturaleza, con sus prodigios y maravillas. Dios te bendiga siempre Claudita, amor de nuestros amores y mil gracias por el honor infinito de haberte conocido y de compartir tantos años tan maravillosos de alegrías, tristezas y felicidades, que hicieron posible sentir que entre nosotros estaba un ser con unas riquezas espirituales infinitas, que trascendieron nuestras propias espectativas, por haber sido quien fuiste y por ser hoy el sol de nuestro camino.

Infinitos universos de besos para ti amor de mi vida.