lunes, 14 de diciembre de 2009

LA VIDA NO VALE NADA EN COLOMBIA




No deja de sorprendernos las noticias que los distintos medios de comunicación transmiten diariamente sobre la violencia en las principales ciudades del país, especialmente en las comunas o barrios marginados, donde se establecen grupos sociales vulnerables, unos por desplazados de la guerra interna que vive Colombia y que por ser actores pasivos del conflicto, sin ningún interés para los protagonistas armados, son expulsados de sus territorios ancestrales por las distintas fuerzas que hacen parte de la guerra y otras veces por pertenecer a grupos sociales o movimientos migratorios, por razones de pobreza absoluta, entendiéndose que más de la mitad de la población colombiana conforma el ejército de miseria y abandono, que sólo son tenidos en cuenta para las cifras estadísticas.

Este antecedente no deja de ser uno de los factores determinantes para que la violencia y la criminalidad, campeen en las ciudades colombianas, como es el caso de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, por citar tan sólo éstos centros de desarrollo urbano, convirtiéndose en el caldo de cultivo y en escenario propicio, para que la delincuencia común se organice en bandas criminales y aseche a los ciudadanos de cualquier índole, produciendo todo tipo de desmanes, desde el robo a mano armada en cualquier calle, el asalto a entidades bancarias y residencias, el asesinato cometido por venganza, hasta actos terroristas. Salir a la calle para el ciudadano de bien se ha convertido en una pesadilla, porque no se sabe en que momento unos desalmados lo asalten y le quiten sus pertenencias y lo que es más grave lo priven de la propia vida.

Esto significa que la pobreza producto de la falta de oportunidades, de la carencia de asistencia y atención del Estado de manera integral, del compromiso de la propia empresa privada con la sociedad colombiana, de la iglesia y de otros estamentos, se conviertan en unos propulsores efectivos de la urgente necesidad de aplicar políticas urgentes, para un momento crítico que vive Colombia, entendiéndose que todos estos desvalidos y menesterosos, serán el factor perturbador que conducirá al recrudecimiento de las distintas manifestaciones de criminalidad, aprovechadas por las mafias de todos los pelambres, para seguir distinguiendo al país con las más execrables estigmatizaciones con que los países más desarrollados nos califican.

Que le estará pasando a Colombia, que sus gobernantes están diagnosticando un país diferente al que vemos los colombianos del común o como se dice coloquialmente los de a pie, cuyos valores éticos y morales dejaron de ser el paradigma del buen comportamiento, del respeto, del trabajo denodado, del amor a la patria, a la familia, a la sociedad y al crecimiento constante para encontrarnos en el escenario de lo correcto, de lo lícito, de lo honesto, de lo transparente, en donde no se juegue con las cartas marcadas. La patria reclama que sus dirigentes tengan comportamientos honorables, que se distingan por lo estético de sus actitudes y acciones. Cómo podríamos establecer una sociedad justa e incluyente, si no impulsamos para las nuevas generaciones una educación en valores para recomponer todo el organismo cuya metástasis está causando el desorden total de la sociedad.

Ética es una palabra que proviene del griego ethos, que significa costumbre y moral es una palabra que proviene del latín moris, que significa también costumbre, es decir que la ética y la moral es la ciencia que estudia la bondad y la maldad de los actos humanos. Decimos que la ética es una ciencia y no una técnica, porque se convierte en un paradigma, en un patrón de comportamiento y su modelo inicial es la hipótesis que se puede comprobar, fundamentándose en la virtud que es la disposición a hacer el bien.

Cómo podemos rechazar la maldad y los actos innobles, como el robo, el asesinato, la drogadicción, la violencia intrafamiliar, la insolidaridad, etc, cuando no existen conductas abrevadas de las fuentes superiores por medio de pedagogías que correspondan a la realidad colombiana, impartidas en las aulas de las escuelas, colegios y universidades, tanto públicos como privados. Se requiere con urgencia políticas educativas profundas, que definan un modelo de país, de sociedad, que conlleven a la construcción de una patria fundamentada en la excelencia del ser humano que debe ser la esencia misma de un país honorable, educado, emprendedor y de visión de futuro.

El espíritu facilista con que los jóvenes pretenden alcanzar sus metas, ha sido un detonante de consecuencias funestas y por eso vemos tantos colombianos presos en cárceles extranjeras, que por el deseo de enriquecerse de forma rápida, optan por llevar un viaje de droga, sin tener en cuenta el dolor y el padecimiento de una familia y el de la propia víctima. Casos repugnantes de asesinatos cometidos por unas monedas, para vengar una situación determinada, el convertirse en un expendedor de droga y de muerte, el vincularse a los ejércitos irregulares de la contienda interna, son entre otros tantos, el resultado de una juventud sin futuro, sin metas, sin apoyos y lo que es peor, en la orfandad dado que la entidad política que rige los destinos colectivos de la sociedad y que naturalmente ejerce el poder legal, en este caso el Estado, no contempla programas reivindicativos que le ofrezcan a las nuevas generaciones las oportunidades de convertirse en colombianos de bien y multiplicadores de bienestar y progreso.

Que tal las telenovelas que hacen apología al delito, como las que actualmente transmiten por los canales RCN Y CARACOL, con títulos tan repulsivos como “El capo” y “Las muñecas de la mafia”, que no son otra cosa distinta que la invitación a seguir paradigmas trastocados, para que la juventud sin ningún tipo de incentivos ni valores sigan estos ejemplos de delincuencia, asesinatos, mujeres prepago, tráfico de influencias, autoridades corruptas y un infinito etc. Este tipo de programaciones que deberían tener una censura desde el alto gobierno, siguen tan campantes con los más altos índices de sintonía, sin que las propias programadoras con sus defensores del televidente, se pronuncien y seguramente nos quedaremos esperando una respuesta que nunca van a dar, porque los intereses multimillonarios les impiden ver la cruda realidad colombiana. Entre tanto seguiremos viendo impunidad, corrupción, violencia, narcotráfico y muerte porque la vida en Colombia no vale nada.