en el cerro del mismo nombre, lugar de veneración
y de visita obligada.
No se puede desconocer, que la ciudad de Bogotá capital de la República de Colombia, ha avanzado de una manera sorprendente, en todos los campos que conllevan de manera sustantiva a condiciones de habitabilidad que son las razones indispensables para alcanzar una calidad de vida, por parte de sus ciudadanos. Se ha convertido en la gran metrópoli o ciudad principal, gracias a las buenas administraciones responsables que han dirigido la ciudad en los últimos años. Para comprobar esta afirmación no es sino caminarla, disfrutar esos recorridos por andenes bién arreglados y con la infraestructura correspondiente, pasear por sus parques y gozar de la arborización, de su mobiliario arquitectónico, de sus avenidas, de las zonas verdes con bellos prados. Pero además de un nuevo comportamiento por parte de los que viven en la capital, a través de una cultura ciudadana, que muestra los avances tan significativos en esta vertebral materia y todo esto hace posible que el habitante de Bogotá, pero también el turista, disfrute, goce y tenga sentido de pertenencia por una ciudad que está en una dinámica de transformación permanente para el bienestar de sus gentes.
Los servicios públicos están alcanzando cobertura casi total, para todos los sectores, particularmente para los estratos mas pobres, percibiéndose por parte de éstos que la ciudad les está ofreciendo mejores niveles para alcanzar una vida mas digna. En el campo de la educación parece ser que se ha llegado a metas nunca pensadas en otras épocas, en cuanto a la calidad de la misma y cobertura, pero también en la magnífica infraestructura de la cual se está dotanto a las instituciones educativas del Distrito Capital. Aquí cabe resaltar la preocupación de la administración, por no ahorrar esfuerzos para invertir en educación, como una estratégia de primer orden para erradicar la pobreza y por ende lograr mejores ingresos, que se traduce en equidad social, llámese salud, empleo, recreación, etc.
La política social de la Alcaldía sintetizada en una bella frase “Bogotá sin Indiferencia”, muestra hasta que punto el espíritu de solidaridad y de atención integral al ciudadano mas necesitado y pobre, aplicada con criterio de justicia social, en todas las veinte localidades que conforma la ciudad, está mostrando el éxito y la aceptación de la misma. Los comedores comunitarios son una realidad, en donde los niños, ancianos, madres cabeza de hogar y todos los menesterosos, pueden acudir a recibir sus desayunos, almuerzos y refrigerios, contribuyendo de esta manera nada mas ni nada menos que a erradicar el hambre de la población mas vulnerable de la sociedad. Para las autoridades no se justifica que ninguna persona en estado de extremada pobreza, deje de percibir sus alimentos como una acción de alta política, con amplias repercusiones sociales. Es algo inequívoco que la equidad es dar respuestas en esta dirección a todos aquellos que así lo necesitan y a lo cual tienen pleno derecho. Esto es justicia natural.
Naturalmente que no todo es color de rosa, puesto que existe en la ciudad un fenómeno preocupante de crecimiento constante de la población, producto de la migración y del fenómeno de desplazamiento, por razones de la violencia que se vive en distintas regiones del país, reflejándose particularmente en los estratos dos y tres, puesto que estas personas venidas de todos los rincones de Colombia, buscan los sectores mas pobres, disminuyendo la calidad de vida de las poblaciones ya establecidas. También se traduce en cinturones de miseria, urbanizaciones piratas, inquilinato entre otros y esto repercute en todo el espectro de la ciudad. Obviamente que es un fenómeno exógeno, que debe tener el concurso y los correctivos del gobierno nacional, dado que pertenece a esa órbita. Aquí debe existir la ayuda del Estado en su conjunto, ya que Bogotá es la ciudad de todos, la que vende la imagen del país, la superciudad, por supuesto, sin demeritar otras que son de primer nivel de desarrollo y que de igual forma viven este tipo de situaciones.
Quiero referirme al transporte urbano como uno de los cuellos de botella, que no se ha podido resolver como lo reclama la mayor parte de la ciudadanía. El caos vehicular se ha convertido en una constante, afectando particularmente al ciudadano de a pié, que no puede utilizar transporte particular, puesto que sus pocos recursos le impiden la compra de carro, para movilizarse con la comodidad y tranquilidad que otros ciudadanos si lo pueden hacer. Los habitantes de la gran ciudad, tienen que recorrer largos trayectos para tener acceso a su transporte y la falta de alimentadores que hacen parte o son componente del servicio de buses articulados “transmilenio”, son otro factor perturbador para alcanzar una buena calidad de vida.
Los buses, las busetas, los colectivos, de modelos viejos, además el desaseo de los mismos, la falta de cultura de los conductores, convierten este tipo de transporte en algo obsoleto, fenómeno éste que obliga a la clase dirigente de la ciudad, a actuar prontamente sin egoísmos ni mezquindades para que consensuadamente y con grandeza se encuentre las fórmulas que resuelvan de manera definitiva este grave problema. Son tantas las propuestas que se han presentado, sobresaliendo la tan anunciada chatarización, la ampliación del pico y placa, pero particularmente me inclino por la construcción de el metro. La Capital de la República merece este tipo de transporte masivo, eficiente, digno, de buena calidad, confortable, seguro y a la altura de una ciudad moderna, como lo tienen otras ciudades del continente. ¿Por qué Bogotá no puede tener este tipo de transporte?
Existe otro aspecto que pareciera que hiciera parte del paisaje de la ciudad y que es consecuencia de las dos principales debilidades estructurales de la urbe, el primero como lo hemos venido planteando el transporte y el segundo la seguridad. Para comprender mejor, no es sino utilizar el transporte urbano, para ir de un lugar a otro de la ciudad, presentándose en el trayecto o recorrido, la invasión casi violenta y subrepticia, de personas de distintos perfiles, en condiciones paupérrimas y lamentables, entre los cuales se destaca los que ofrecen todo tipo de comestibles, sin las reglas higiénicas correspondientes, particularmente niños o madres con bebes de brazos, otros con historias que causan escozor por lo dramáticas de las mismas, sobresaliendo las razones de desplazamiento forzado y masacres presentadas en sus lugares de origen. Los drogadictos que manifiestan su intención de regenerarse y la necesidad de lograr unos pesos para poder aliviar el hambre y el frío. Las historias que narran los que supuestamente tienen familiares enfermos con cuadros clínicos catastróficos, mostrando documentos, que respaldan su pedido. Otros señalando sus brazos con sellos, como indicación de haber estado recientemente en la cárcel y requiriendo los dineros para poderse trasladar a sus ciudades de origen.
En fin me haría interminable describiendo los distintos especímenes, que sin ningún reato y atropellando al pasajero y al mismo conductor, encuentran en el pésimo servicio de transporte urbano, un mercado en donde las gentes se ven precisadas a darles una moneda, muchas veces por temor a represalias y malos tratos de estos personajes. Debo reconocer que esto puede ser un síntoma de la alta tasa de desempleo existente en la ciudad. Ante quién se recurre para que la ciudadanía que emplea el servicio de transporte bogotano, no siga siendo sometida a este dantesco espectáculo, de personas que han convertido la caridad en un modus vivendi?
A pesar de los contrastes manifiestos, Bogotá es una ciudad señorial, alegre, festiva, cultural, moderna, deportiva, industrial, académica, cosmopolita, que se encuentra mas cerca de las estrellas, a 2650 metros de altura sobre el nivel del mar, situada en la cordillera oriental de los Andes y fundada por don Gonzalo Jimenez de Quesada, el 6 de Agosto de 1538, con una extensión aproximada de 33,000 hectarias. La capital de Colombia debe constituirse en un lugar obligado del turismo nacional e internacional; pero además es la capital que ha trazado su ruta de progreso, de desarrollo y equidad social, con la convicción de sus ciudadános, de que es el único camino para alcanzar metas superiores y que espera de sus próximos gobernantes, la ética y la responsabilidad para conducir la urbe y seguir en la dinámica de posicionarla como la primera ciudad de América Latina. Que bella es mi ciudad y que orgulloso me siento de ser bogotano.
Los servicios públicos están alcanzando cobertura casi total, para todos los sectores, particularmente para los estratos mas pobres, percibiéndose por parte de éstos que la ciudad les está ofreciendo mejores niveles para alcanzar una vida mas digna. En el campo de la educación parece ser que se ha llegado a metas nunca pensadas en otras épocas, en cuanto a la calidad de la misma y cobertura, pero también en la magnífica infraestructura de la cual se está dotanto a las instituciones educativas del Distrito Capital. Aquí cabe resaltar la preocupación de la administración, por no ahorrar esfuerzos para invertir en educación, como una estratégia de primer orden para erradicar la pobreza y por ende lograr mejores ingresos, que se traduce en equidad social, llámese salud, empleo, recreación, etc.
La política social de la Alcaldía sintetizada en una bella frase “Bogotá sin Indiferencia”, muestra hasta que punto el espíritu de solidaridad y de atención integral al ciudadano mas necesitado y pobre, aplicada con criterio de justicia social, en todas las veinte localidades que conforma la ciudad, está mostrando el éxito y la aceptación de la misma. Los comedores comunitarios son una realidad, en donde los niños, ancianos, madres cabeza de hogar y todos los menesterosos, pueden acudir a recibir sus desayunos, almuerzos y refrigerios, contribuyendo de esta manera nada mas ni nada menos que a erradicar el hambre de la población mas vulnerable de la sociedad. Para las autoridades no se justifica que ninguna persona en estado de extremada pobreza, deje de percibir sus alimentos como una acción de alta política, con amplias repercusiones sociales. Es algo inequívoco que la equidad es dar respuestas en esta dirección a todos aquellos que así lo necesitan y a lo cual tienen pleno derecho. Esto es justicia natural.
Naturalmente que no todo es color de rosa, puesto que existe en la ciudad un fenómeno preocupante de crecimiento constante de la población, producto de la migración y del fenómeno de desplazamiento, por razones de la violencia que se vive en distintas regiones del país, reflejándose particularmente en los estratos dos y tres, puesto que estas personas venidas de todos los rincones de Colombia, buscan los sectores mas pobres, disminuyendo la calidad de vida de las poblaciones ya establecidas. También se traduce en cinturones de miseria, urbanizaciones piratas, inquilinato entre otros y esto repercute en todo el espectro de la ciudad. Obviamente que es un fenómeno exógeno, que debe tener el concurso y los correctivos del gobierno nacional, dado que pertenece a esa órbita. Aquí debe existir la ayuda del Estado en su conjunto, ya que Bogotá es la ciudad de todos, la que vende la imagen del país, la superciudad, por supuesto, sin demeritar otras que son de primer nivel de desarrollo y que de igual forma viven este tipo de situaciones.
Quiero referirme al transporte urbano como uno de los cuellos de botella, que no se ha podido resolver como lo reclama la mayor parte de la ciudadanía. El caos vehicular se ha convertido en una constante, afectando particularmente al ciudadano de a pié, que no puede utilizar transporte particular, puesto que sus pocos recursos le impiden la compra de carro, para movilizarse con la comodidad y tranquilidad que otros ciudadanos si lo pueden hacer. Los habitantes de la gran ciudad, tienen que recorrer largos trayectos para tener acceso a su transporte y la falta de alimentadores que hacen parte o son componente del servicio de buses articulados “transmilenio”, son otro factor perturbador para alcanzar una buena calidad de vida.
Los buses, las busetas, los colectivos, de modelos viejos, además el desaseo de los mismos, la falta de cultura de los conductores, convierten este tipo de transporte en algo obsoleto, fenómeno éste que obliga a la clase dirigente de la ciudad, a actuar prontamente sin egoísmos ni mezquindades para que consensuadamente y con grandeza se encuentre las fórmulas que resuelvan de manera definitiva este grave problema. Son tantas las propuestas que se han presentado, sobresaliendo la tan anunciada chatarización, la ampliación del pico y placa, pero particularmente me inclino por la construcción de el metro. La Capital de la República merece este tipo de transporte masivo, eficiente, digno, de buena calidad, confortable, seguro y a la altura de una ciudad moderna, como lo tienen otras ciudades del continente. ¿Por qué Bogotá no puede tener este tipo de transporte?
Existe otro aspecto que pareciera que hiciera parte del paisaje de la ciudad y que es consecuencia de las dos principales debilidades estructurales de la urbe, el primero como lo hemos venido planteando el transporte y el segundo la seguridad. Para comprender mejor, no es sino utilizar el transporte urbano, para ir de un lugar a otro de la ciudad, presentándose en el trayecto o recorrido, la invasión casi violenta y subrepticia, de personas de distintos perfiles, en condiciones paupérrimas y lamentables, entre los cuales se destaca los que ofrecen todo tipo de comestibles, sin las reglas higiénicas correspondientes, particularmente niños o madres con bebes de brazos, otros con historias que causan escozor por lo dramáticas de las mismas, sobresaliendo las razones de desplazamiento forzado y masacres presentadas en sus lugares de origen. Los drogadictos que manifiestan su intención de regenerarse y la necesidad de lograr unos pesos para poder aliviar el hambre y el frío. Las historias que narran los que supuestamente tienen familiares enfermos con cuadros clínicos catastróficos, mostrando documentos, que respaldan su pedido. Otros señalando sus brazos con sellos, como indicación de haber estado recientemente en la cárcel y requiriendo los dineros para poderse trasladar a sus ciudades de origen.
En fin me haría interminable describiendo los distintos especímenes, que sin ningún reato y atropellando al pasajero y al mismo conductor, encuentran en el pésimo servicio de transporte urbano, un mercado en donde las gentes se ven precisadas a darles una moneda, muchas veces por temor a represalias y malos tratos de estos personajes. Debo reconocer que esto puede ser un síntoma de la alta tasa de desempleo existente en la ciudad. Ante quién se recurre para que la ciudadanía que emplea el servicio de transporte bogotano, no siga siendo sometida a este dantesco espectáculo, de personas que han convertido la caridad en un modus vivendi?
A pesar de los contrastes manifiestos, Bogotá es una ciudad señorial, alegre, festiva, cultural, moderna, deportiva, industrial, académica, cosmopolita, que se encuentra mas cerca de las estrellas, a 2650 metros de altura sobre el nivel del mar, situada en la cordillera oriental de los Andes y fundada por don Gonzalo Jimenez de Quesada, el 6 de Agosto de 1538, con una extensión aproximada de 33,000 hectarias. La capital de Colombia debe constituirse en un lugar obligado del turismo nacional e internacional; pero además es la capital que ha trazado su ruta de progreso, de desarrollo y equidad social, con la convicción de sus ciudadános, de que es el único camino para alcanzar metas superiores y que espera de sus próximos gobernantes, la ética y la responsabilidad para conducir la urbe y seguir en la dinámica de posicionarla como la primera ciudad de América Latina. Que bella es mi ciudad y que orgulloso me siento de ser bogotano.