Duques de Windsor
Foto de 1954 - EPA
Quise titular la presente columna, con un interrogante de este tenor, particularmente porque nos ha tocado vivir en una época, en la que la superficialidad de los sentimientos es la nota predominante, especialmente la que registran los medios periodísticos dedicados a este tipo de temas, para mantener informados a los fanáticos seguidores, de personajes de todas las condiciones y categorías, pertenecientes al mundo de la política, de la farándula, del deporte, en fin de todas las distintas actividades humanas, que a través de despliegues asombrosos, nos muestran la suntuosidad y la ostentación, de la manera como llevan a cabo las celebraciones de sus matrimonios. Pero la verdad todo ese mundo de oropeles o mejor de ostentosidad y apariencia vana, se ve reflejada con informes de prensa registrando las separaciones por razones fútiles, de esos mismos actores que pretendieron mostrar, a televidentes y lectores ávidos del quehacer de sus admirados, que todo fue ilusiones, engaño y espejismo.
En la reciente historia política, económica y social de una de las grandes potencias mundiales, concretamente la Gran Bretaña, se presentó un hecho inusual en los comienzos del siglo veinte, relacionado con el máximo sentimiento humano como es el amor, cuyo protagonista en este caso tan especial, perteneciente al mas rancio abolengo de las monarquías europeas. Me estoy refiriendo nada mas ni nada menos que a su majestad el rey Eduardo VIII, quién permaneció en el trono de Inglaterra desde el 20 de Enero al 10 de Diciembre de 1936 y quién había reemplazado a su padre, Jorge V de la casa de Windsor.
El nuevo monarca que había encontrado en la norteamericana Wallis Simpson divorciada dos veces, su verdadero amor, sin interesarle para nada las críticas y las presunciones ridículas de la élite aristocrática y de los propios miembros de la realeza, que veían en esta relación algo indecorozo para la corona. Sin embargo el escándalo particularmente de la prensa amarilla, hizo tomar un giro de trescientos sesenta grados, en la determinación de anunciar a sus súbditos, los sentimientos por la norteamerica y la decisión de contraer matrimonio. Como es de suponer las altas esferas se obstinaron en impedir esta unión y no aceptaron ver a su rey casado con una plebeya.
El rey Eduardo VIII, hizo la propuesta de un matrimonio morganático, es decir la unión de un miembro de la estirpe real, con otra de rango inferior y con la claridad determinante, que la descendencia en caso de existir, no podría tener derechos a la corona de Inglaterra. Esta circunstancia crea el estupor en la alta sociedad inglesa y lo que en un principio se suponía la felicidad de una pareja que encuentra su alma gemela, se convierte en un hecho histórico de repercusiones inesperadas. El primer ministro británico Stanley Baldwin no aceptó este ofrecimiento y el rey se vió en una gran encrucijada y el camino que tomó fue la abdicación al reinado de la Gran Bretaña. Es decir ceder o renunciar al trono de ese país poderoso, por el amor de la Simpson.
En la línea sucesoral le correspondió asumir la corona a su hermano Alberto, que para la época ostentaba el título de príncipe de York y al ascender al trono tomó el nombre de Jorge VI, manteniéndose desde el año de 1936, hasta 1952. La esposa de este, Isabel conocida como la reina madre y descrita por sus biógrafos como muy ambiciosa.
Entre tanto los personajes centrales del presente relato, el príncipe Eduardo VIII y Wallis Simpson, contrajeron matrimonio el 3 de Junio de 1937, en Francia y a partir de la oficialización de la boda, se convirtieron en los Duques de Windsor. En ese mismo año la pareja de enamorados, fueron recibidos por Adolfo Hitler en Alemania y esto provocó una serie de conjeturas, entre las cuales se resalta la especie de que la Simpson era espía de Hitler y partidaria del régimen nazi. En años recientes el autor de un documental de la bbc relacionado con la vida de esta pareja, Denys Blakeway, descarta por completo esta hipótesis.
Este mismo autor asevera en sus investigaciones, que las verdaderas causas o motivaciones de dejar el trono por parte del rey Eduardo VIII, obedecieron a una conspiración, en la cual participaron miembros de la realeza y la clase política, que veían en este monarca a un hombre moderno, con nuevos esquemas, aficionado a las mujeres, practicante de los deportes peligrosos, a vestir bién y ser muy joven, ya que ascendió al trono a los 41 años, siendo aún soltero. Pero también a la Iglesia Anglicana, le incomodaba el rey, incluso de que asistiera a misa y la clase política no gustava de él porque era muy dado a ayudar a los pobres y tocaba terrenos que según ellos no le correspondian. En palabras del mismo Blakeway “lo cual lo hacía inadecuado para el trono ingles”.
Sea esto cierto o no, lo evidente, es que este rey dio al mundo ejemplo de desprendimiento y entrega total por la mujer de sus sueños, permaneciendo unidos para siempre y amándosen hasta la muerte. Hay un señalamiento que hace el rey a su cuñada Isabel, al culparla del distanciamiento que le provocó con su familia. El matrimonio vivió en el exilio y Eduardo VIII, gobernó a las Bahamas, antigua Islas Lucayas, estado insular del Atlántico, al SE de la Florida, con 13.900 Km2., capital Nassau, descubiertas por Colón. Las islas fueron colonia británica desde el siglo XVII, logrando su independencia en el año de 1973.
¿Usted amigo lector, dejaría el poder por un amor?
1 comentario:
yo si cambiaria la dignidad del rey ya que la vida es amor y sin el no valdria la pena tener un reinado gracias
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